Hubo un momento en el que pensó Tierra trágame. No podía más y le costaba ver la luz al final del túnel. “Mi corazón está roto y no puedo encontrar las palabras para expresar cómo me siento. El fútbol no es solo fútbol, es mi vida”, escribió el año pasado Mariona Caldentey (Felanitx, Mallorca; 27 años) en las redes sociales, cuando una ristra de lesiones (encadenó un esguince de tobillo con dos roturas en los bíceps femorales de ambas piernas) le negaba la pelota y ser feliz. Es, sin embargo, el pasado. Porque Mariona sonrío y lloró de felicidad tras conquistar el Mundial, porque este viernes también alzó los brazos y se llevó las palmadas y el reconocimiento de sus compañeras tras desbrozar la rampa del gol ante Países Bajos -dio dos asistencias- en la semifinal de la Liga de las Naciones, en el salvoconducto logrado para los Juegos Olímpicos de París. Nada nuevo para Mariona, que siempre está por más que no aparezca en las listas del Balón de Oro o The Best. Aunque la historia a punto estuvo de ser diferente.
Mariona fue una de las 15 jugadoras que en su momento, después de caer en la Eurocopa de 2022, descartó seguir con la selección hasta que las cosas no cambiaran, hasta que se profesionalizara el área y cambiara el cuerpo técnico, reacias a seguir con un Jorge Vilda que entendían que no preparaba los encuentros y apenas les daba libertad de movimientos. Ocurrió, sin embargo, que llegó el Mundial y la ocasión de regresar, convencidas las futbolistas de que ya nada era lo mismo y atraídas también por jugar el mayor de los torneos. “Mañana saldrá la lista. Ya veremos qué pasa. No puedo decir nada. Pero sí, estoy disponible”, resolvió Mariona antes que cualquier compañera, el pistoletazo de salida para que otras futbolistas como Aitana u Ona Batlle regresaran al equipo. “En el momento que decido ir al Mundial es porque creo que se puede ganar”, reveló hace una semana en el diario As. Y lo ganaron. Pero el peaje que pasó durante ese tiempo casi le aparta del fútbol.
Las lesiones, además de la tensión social y mediática por declararse no seleccionable le pasó factura. Se dio cuenta de que algo no cuadraba, de que había perdido esa sonrisa que siempre le caracterizó. No comía ni dormía bien, abrumada en cierto modo por la ansiedad. “Tenemos que tocar alguna tecla ya”, le dijo su agente, Carlota Planas, después de una reunión que mantuvieron, uno de esos días en los que la tristeza y la frustración se apoderaba de Mariona. Por lo que decidió trabajar con un psicólogo externo. “Cuando las cosas van bien, no le prestas atención a cómo estás. Pero cuando tienes épocas en las que te tambaleas, cuando tocas fondo, te das cuenta de la importancia que tiene estar bien”, aceptaba la centrocampista en la misma entrevista; “el tema de la selección tuvo un gran revuelo mediático. Recibes muchas críticas, también apoyo…, pero te viene todo muy de golpe. No sé cuál fue el detonante, el momento concreto, pero no me sentía bien. No podía jugar, me lesionaba. Llegué a cuestionarme si podía seguir”. Con la ayuda profesional, además de cambiar hábitos en la comida -contrató al nutricionista Javier Fernández Ligero, que también trabaja con Jennifer Hermoso y Cata Coll- en base a las analíticas sanguíneas, Mariona regresó y lo hizo a lo grande.
Al principio le costó coger el ritmo en el Mundial, suplente ante Costa Rica, poco de ella frente a Zambia y Japón y de nuevo en el banquillo frente a Suiza. Pero a la que empezaron las eliminatorias, llegó la mejor versión de Mariona, futbolista que quizá no es un diez en nada pero sí un ocho en todo, pues sabe elegir siempre la mejor opción, jugar a uno o dos toques, usar el disparo o el quiebro. “Grosera”, escribió la laureada Hope Solo al ver un regate suyo a lo Campeones -serie de Oliver y Benji-, cuando descontó a una rival que se le tiró al suelo picando la pelota por encima de ella. “Si tenemos problemas, sabemos que podemos darle la pelota y que ella saldrá del apuro”, cuenta una voz autorizada del vestuario. Quizá por eso también tira penaltis, pues no sabe lo que es tiritar. “Ha llegado a su madurez futbolística porque sí que había tenido siempre destellos, pero ahora los mantiene en el tiempo y desde el Mundial lo juega todo y a un gran nivel”, conceden desde su entorno. “Es una jugadora con la inteligencia del espacio, que tiene mucho nivel y que es muy influyente en nuestro juego. Además, está haciendo una gran temporada con números que la avalan. Estamos muy contentas de tenerla con nosotros”, explicó Tomé tras el envite ante Países Bajos. Está de dulce y madura.
Lo mismo sucede en el Barça, donde este año, siempre comodín porque puede jugar en cualquier posición del ataque –”A veces Vilda, [exseleccionador] nos decía: ‘Nos colocamos por posiciones naturales’. Y yo pensaba…: ‘bueno, ¿y dónde me pongo yo?”, relata divertida-, está a un gran nivel, fundamental en la Supercopa, cuando metió dos goles al Madrid en la semifinal, también resolutiva en la Champions, pues suma ocho temporadas seguidas marcando en la competición -es la única del planeta fútbol- y para el recuerdo quedará este tanto desde el medio del campo ante el Rosengard. Aficionada a tocar el piano porque de niña le enseñó su abuela María, graduada en ciencias de la actividad física y del deporte (piensa dedicarse a la docencia cuando cuelgue las botas) y cerca de la renovación con el Barcelona, Mariona lo ha ganado todo: cinco Ligas, cinco Copas, dos Champions, un Mundial y su nombre grabado en el campo de fútbol de su pueblo. Ahora también tiene el billete para los Juegos. Pero quiere más. “No creo que nadie se pueda cansar de ganar. Tenemos una generación que hay que aprovechar. En nuestra cabeza está el ganar”, conviene. El próximo miércoles toca la final de la Liga de las Naciones ante Francia. Mariona, por si acaso, saca brillo a las botas.
Puedes seguir a EL PAÍS Deportes en Facebook y X, o apuntarte aquí para recibir nuestra newsletter semanal.
Suscríbete para seguir leyendo
Lee sin límites
_