El papa Francisco, desde hace semanas, llama cada tarde a la parroquia cristiana de Gaza. El Pontífice se conecta por videoconferencia y unas 600 personas lo escuchan y reciben su ánimo y apoyo. Es una de las pocas cosas que puede hacer ahora, porque la situación se ha vuelto muy complicada, también para la Santa Sede, que no logra incidir y hacerse escuchar para conseguir el ansiado alto al fuego. La semana pasada, la tensión entre Israel y el Vaticano subió un peldaño más. El secretario de Estado, Pietro Parolin, denunció que el derecho a la defensa propia no justifica una “carnicería” de “30.000 muertos”. Al día siguiente, la Embajada de Israel en Italia emitió un comunicado asegurando que las palabras del número dos del Vaticano era “deplorables”. Pero la Santa Sede no se encogió, y L’Osservatore Romano, el periódico oficial del Papa, volvió a referirse al conflicto en los mismos términos que Parolin para subrayar que no es una opinión personal, sino la línea de pensamiento de este pontificado.
Los problemas crecen en las dos regiones en guerra, y al otro lado del Tíber ven con impotencia cómo pasan los días y aumentan los muertos: en Gaza, pero también en Ucrania. La legendaria diplomacia vaticana, que forjó su historia como mediadora en conflictos bélicos y políticos, se ha encontrado de golpe con dos escenarios inesperados para los que tenía pocos recursos para incidir. La guerra en Ucrania, justo cuando las relaciones con Moscú no terminaban de despegar, y la masacre en Gaza, quizá en el momento en el que la sintonía con Israel se encuentra en uno de los puntos más bajos, son dos desafíos para la Santa Sede que está capeando con dificultad.
El Papa decidió encargar la misión de Ucrania al cardenal y presidente de la Conferencia Episcopal Italiana, Matteo Zuppi. El purpurado es un experto negociador: medió en la resolución de los conflictos de Mozambique en 1992, en el alto al fuego en Burundi en 2003 tras colaborar con Nelson Mandela, o en Guatemala a mediados de los años noventa. “Toda guerra termina con una negociación”, aseguraba en una reciente entrevista. Casi ocho meses después, ha mantenido reuniones en Ucrania, Rusia, China y Estados Unidos. Próximamente, viajará a Francia para reunirse con el presidente Emmanuel Macron. Pero los resultados, de momento, se limitan a mantener todos los canales abiertos y a un valioso trabajo humanitario que, sin embargo, está lejos de una mediación por la paz.
Otros canales
Massimo Faggioli, historiador de la Iglesia y profesor de Teología en la Villanova University (Filadelfia), añade algún matiz. “Las guerras en Ucrania y Gaza han incorporado más voces a la diplomacia vaticana de la secretaría de Estado, aunque se haga de un modo paralelo a la misión del cardenal Zuppi. Pero, por otro lado, está claro, es un tiempo muy difícil para cualquier diplomacia, empezando por la estadounidense. La vaticana, sin embargo, tiene otros canales como las iglesias locales y sus representantes que otras organizaciones estatales no tienen”.
Stefano Caprio, sacerdote experto en conflictos internacionales y en Rusia, donde vivió largas temporadas, cree que hay que diferenciar ambas guerras en el tratamiento que están recibiendo por el Vaticano. “La diplomacia en la guerra en Ucrania no está gestionada directamente por la secretaría de Estado. Se hace de una forma más informal, con el cardenal Zuppi. Y ahí no hay grandes progresos. Es verdad que se han devuelto algunos niños que fueron deportados [a Rusia], pero poco más. Apenas baje el conflicto armado, se intentará buscar encuentros de jurisdicciones eclesiásticas”, apunta. La relación con el patriarca Kiril de Moscú tampoco ayuda. “Pero el representante de exteriores de los ortodoxos está en contacto permanente con los católicos, ya sea en Moscú, como aquí en el Vaticano, donde viene habitualmente. Esa relación existe. Pero de momento no da resultados porque no hay un proyecto claro”, apunta.
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En cuanto a Israel, señala Caprio, hay más trabajo, pero la situación reviste mayor tensión. El Papa insiste en que se cumplan los acuerdos de Oslo y que se apueste por la solución de los dos Estados. La última vez lo dijo en una larga entrevista con el periódico turinés La Stampa. En ese conflicto, en el que también está envuelta la comunidad cristiana de Palestina, Francisco se fía plenamente del cardenal Pierbattista Pizzaballa, patriarca en la Jerusalén de los latinos.
Las palabras de Parolin de la semana pasada deben interpretarse desde un cierto hartazgo de la Santa Sede de que no se mueva nada en Gaza. El Vaticano ha visto cómo muchos otros países levantaban la voz contra Israel y Parolin ha subido el nivel de petición. “Ha señalado a Israel como la parte que puede frenar el conflicto. Ha ido más allá de la prudencia de la diplomacia vaticana, es cierto. Pero eso ha sucedido también porque en los últimos días ha habido tomas de posición claras de países importantes como EE UU, Italia, Francia y España o Irlanda, que ya lo hicieron al principio”, apuntan fuentes diplomáticas.
El Vaticano busca fórmulas imaginativas para contribuir a mejorar la situación de los habitantes de Ucrania y Gaza. En la próxima Jornada Mundial de los Niños, por ejemplo, que se celebrará en mayo en Roma, 30 niños y niñas de Palestina viajarán a la capital italiana. La situación está todavía por definir, pero fuentes de la Santa Sede esperan que pueda significar el comienzo de una suerte de corredor humanitario.
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