Duplantis desciende tras superar los 6,23m.STEVE DIPAOLA (EFE)

Cuando el 8 de febrero de 2020, último año prepandemia, una tarde oscura y fría de invierno en Torun (Polonia), el pueblo de Copérnico, un chaval despreocupado de 20 años, medio sueco, como su madre, medio norteamericano de Luisiana, como su padre, llamado Mondo Duplantis, físico de lo más normal del mundo (1,81 metros, 79 kilos), cuello corto, hombros anchos, sonrientes siempre ojos claros, saltó alegremente 6,17 metros con la pértiga, y así batía por un centímetro un récord del mundo que el francés Renaud Lavillenie había establecido nueve años antes, después de frotarse los ojos para confirmar que la maravilla que habían visto sus ojos no era un encantamiento, los grandes amantes del atletismo bautizaron al joven prodigio el Mozart de la pértiga y aseguraron, sin temblar, que la barrera de los 6,20 metros, juzgada utópica unos meses antes, caería antes que después, y quién sabe si la de 6,25m.

Quizás se asustaron algunos de su predicción, pero no tardaron en darse cuenta de que se habían quedado cortos. Han pasado tres años y siete meses. Ningún otro pertiguista ha sido capaz de superar desde entonces la barrera de los 6.10m (solo Serguéi Bubka y Lavillenie lo han logrado en la historia), pero Duplantis ha continuado trepando infatigable, centímetro a centímetro, como si fuera una escalera la atmósfera que le permite correr 45 metros en 20 apoyos hasta alcanzar una velocidad de 10 metros por segundo cargando por delante, como una lanza, un palo amarillo de 5,20 metros de largo y dos kilos de peso, e impulsarse para transformar toda la energía cinética en fuerza para doblar una pértiga rígida y dura como un tronco de árbol. Seis veces ha mejorado desde entonces su récord mundial el atleta que aprendió a saltar con un palo de escoba sobre el sofá de casa antes que a andar casi, imitando a su padre, Greg, saltador de pértiga de gran nivel (5,80m, su mejor marca, en 1993, cuando su hijo Armand, llamado Mondo por todos, tenía tres años), a razón de dos veces y un pico por año, en 2020, 2022 y 2023 (2021, vacío por los efectos de la pandemia), y la última, el domingo, medio día en la costa del Pacífico de Estados Unidos, estadio de Hayward Field, en Eugene, casi medianoche en Europa, para dejarlo en 6,23m.

Fue el concurso más corto y más perfecto que se recuerda. Duplantis solo saltó tres veces, ni un solo nulo (5,62m, 5,82m, 6,02m), antes de quedarse solo y pedir inmediatamente, sin dudar ni un instante, que levantaran el listón hasta 6,23m. Su cuerpo rozó ligeramente el listón, que tembló sobre sus soportes mientras descendía, pero no se derrumbó. A la primera batió su séptimo récord. Y más que él, que la celebró enloquecido, chillando y dando palmadas al público tan fuertes como puñetazos, tanta adrenalina había acumulado y necesitaba liberar, celebraron su llegada al séptimo cielo sus competidores, el gigantesco norteamericano Sam Kendricks, sobre todo, que le levantó en triunfo casi a hombros, y su padre, y toda su gente en las gradas del estadio remodelado para el Mundial de 2022, donde había dejado ya el récord en 6,21m cuando lo ganó, y santuario del atletismo en el imperio. “Este estadio tiene historia y un toque moderno, la pista es superrápida, los espectadores y la energía que transmiten son fantásticas”, dijo tras el récord el atleta, dos veces campeón del mundo al aire libre también y campeón olímpico en Tokio. “Tiene todo lo que necesito para batir el récord del mundo”.

La barrera de 6,30m, con la que nadie se atrevía a soñar, tan imposible parecía, se les antoja ahora a los especialistas tan posible como hace tres años la de los 6,25m, ya una cuestión de tiempo (y de fortuna: increíblemente, en una especialidad tan complicada, Duplantis nunca se lesiona). “Espero continuar saltando y saltando cada vez más alto, pero ahora solo pienso en gozar el momento”, dijo el atleta que compite por Suecia y que los 18 años ya saltó 6,05m. “Me gusta tanto el salto con pértiga desde que era un niño… Solo quiero ser capaz de llevar la pértiga a otro nivel y atraer el máximo número de miradas hacia el saltadero, saltando muy alto y haciendo cosas graciosas…”

La temporada que terminó el domingo con la final de la Diamond League en Eugene, Estados Unidos, ha sido fenomenal para el atletismo, y no solo por Duplantis. Contando con sus dos récords, 6,22m en febrero, en Clermont Ferrand; 6,23 en septiembre, 11 récords del mundo se han batido, y figuras como el noruego Jakob Ingebrigtsen, otro, como Duplantis, nacido con el siglo (cumple 23 años este martes), se han asentado como fenómenos. En su afán, aún imposible, de borrar al marroquí Hicham el Guerruj de la cima del 1.500m y la milla, Ingebrigtsen, mediofondista casi imbatible (solo falla en las finales de los Mundiales de 1.500m, la distancia en la que es campeón olímpico, la distancia que más le obsesiona), ha batido dos récords del mundo en distancias poco habituales (2 millas, 7m 54,06s, y 2.000 metros, 4m 43,13s), batió en julio el récord de Europa de 1.500m (3m 27,14s, aún lejos de los 3m 26s de El Guerruj) y este pasado fin de semana, en 24 horas en el mismo Hayward Field de Eugene, batió el récord continental de la milla, el sábado, 3m 43,73s, a seis décimas de la plusmarca mundial de El Guerruj, y el de 3.000m el domingo, 7m 23,63s.

Tan apetitosas son la carreras de Ingebrigtsen, tan buenas las liebres, tan magnífico el ritmo gradual, imperceptiblemente creciente de los pasos del noruego, que todos los que en ellas compiten mejoran sus marcas. Así le ocurrió al salmantino de Villar de Gallimazo Mario García Romo, de 24 años, que el sábado terminó cuarto en la milla de Ingebrigtsen con tan buen tiempo (3,47,69s) que batió por una décima un récord español que se pensaba intocable desde hace 38 años, el que el mítico toledano José Luis González (3m 47,79s) estableció en el estadio Bislett de Oslo el 27 de julio de 1985, segundo tras el récord del mundo entonces de Steve Cram (3m 46,32s).

En la final de Eugene se batió un segundo récord mundial, el femenino de los 5.000m. Lo consiguió la etíope Tigray de 26 años y 45 kilos de peso Gudaf Tsegay, la campeona del mundo de los 10.000m en los que se derrumbó Sifan Hassan, quien, con 14m 0,21s, recortó casi 5s de la plusmarca ya magnífica (14m 5,20s) que había establecido la keniana Faith Kipyegon solo en junio pasado. El mismo verano, Kipyegon, campeona mundial de 1.500m y 5.000m en Budapest, batió también las plusmarcas mundiales de 1.500m (3m 49,11s) y la milla (4m 7,64s).

También batieron récords del mundo en 2023 el etíope Lamecha Girma (7m 52,11s en los 3.000m obstáculos), el norteamericano Ryan Crouser (23,56s en lanzamiento de peso) y la española María Pérez, doble campeona del mundo de marcha, que dejó en mayo en 2h 37m 15s el récord mundial de los 35 kilómetros.

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