Imagino que a esta hora estarán reunidos en algún lugar los puritos Reig, la motosierra Stihl, los calefactores Farho, la cuenta de Banesto, Marina D’Or Ciudad de Vacaciones, las encimeras Consentino, los zapatos Martinelli, los jamones Guijuelo, los talleres Servirueda, las Bodegas Bocopa, los talonario Talonotel, el Veterano de Bodegas Osborne, los tractores Massey Ferguson o las Pipas Facundo.

Imagino a todas las marcas en un corrillo coreando y replicando a voces sus propios cánticos: “Casita caliente. Caliente, caliente, casita con Farho. Invierno caliente, invierno con Farho”, “Qué comodidad, qué comodidad, con zapatos Fluchos, qué comodidad”, “Tú serás mi renting, solo tú mi renting, Renting Leaseplan go”, “Los Chaskis de Facundo ahí vienen triunfando, los Chaskis de Facundo ahí vienen triunfando”, “Banesto es el banco del deporte, Banesto es pichichi nacional”, “El cupón, cada día una ilusión, el cupón, cada día una ilusión”, “Coronita, uh, fresquita, uh”. De pronto, sonará el corrido mexicano para recibir a Massey Ferguson, que viene de lejos, o Paquito el Chocolatero para recibir a la Gama Renault de vehículos comerciales.

Imagino que todas esas marcas estarán reunidas en Madrid, en un estudio de radio frente a varios micrófonos caídos con espumillas negras. Hoy en Madrid llueve, como lo hacía seguro cuando Pepe Domingo Castaño jugaba de niño en la plaza empedrada de Padrón (A Coruña) que ahora lleva su nombre. Así que supongo que, como está lloviendo, de vez en cuando alguien dirá en alto “chafunnng”, simulando la zambullida de agua que Pepe Domingo empleaba para las menciones de Marina D’Or Ciudad de Vacaciones. “Chafunnng”, dirá alguien y el resto de marcas sonreirán. Después se fumarán un purito, aunque eso ya no se lleve, y contarán batallitas de tantas tardes en ‘Carrusel Deportivo’ y ‘Tiempo de Juego’ siendo protagonistas absolutas, casi tanto como los goles, incluso más. Luego se irán con sus logos a cuestas de vuelta a las cuñas convencionales e insulsas, sintiéndose más vacías, pero sobre todo menos alegres.

Pepe Domingo luchó durante toda su carrera para que la publicidad fuese una parte importante de la radio, mucho más que una pausa o un lugar por el que había que transitar para que entrase dinero en la empresa, y para ello, decía, era imprescindible compartirla. Compartía la publicidad con los oyentes que se sentaban en el estudio y participan activamente en la composición de los anuncios, la compartía con los locutores desplazados en los estadios que la insertaban en sus narraciones, y también la compartía con los oyentes que escuchábamos desde nuestras casas o coches esos jingles adictivos que canturreábamos incluso cuando se apagaba el transistor. El secreto de su éxito fue tan sencillo y a la vez tan complicado como eso: te hacía partícipe de lo que estaba contando y de lo que estaba pasando. Cuando sonaba la última ráfaga de la sintonía eterna de Carrusel Deportivo llegaban sus versos, su característico “¡Hola, hola!”, y te sentías inmediatamente en un lugar familiar.

Pepe Domingo Cataño fue animador y patriarca, y aunque tal vez ese no fue destino que buscaba cuando comenzó en el periodismo, sí fue uno que le dio a él y a nosotros los oyentes un placer irreprochable. El espectáculo del fútbol parecía y ahora parece difícil sin su alargamiento de palabras, sus cánticos y su mordacidad. Convirtió a las marcas en amigas y compañeras, mientras él se transformaba quizá sin pretenderlo en su propia marca registrada: la de Pepe Domingo Castaño.

Hasta que se acaben las palabras, decía. Pero cómo se van a acabar las palabras cuando has creado lemas inmortales.

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